Al filósofo William James, fundador de la psicología funcional, le vino un día un envidioso a reprochar: «Usted es la única persona feliz que conozco: tiene siempre una sonrisa en los labios, aun ante las mayores dificultades». Nuestro amigo William, un tipo bastante espabilado, le soltó: «Yo no vivo sonriendo porque soy feliz. Yo soy feliz porque vivo sonriendo».
Después de una frase así uno suele quedarse con cara de tonto, con unos ojillos resplandecientes de reconocimiento y amabilidad a quien supuestamente acaba de revelarte el secreto de la felicidad. Así me quedé yo cuando un fan de nuestro filósofo me vino con la misma cantinela pero, al volverme solo a mi coche y cerrar la puerta, me pregunté: Entonces, ¿lloro porque me siento triste o estoy triste porque lloro? Y mientras me hundía en el pozo con la gallina y el huevo, me miré en el retrovisor y sonreí… Algo pasó.
Me encantó la frase cuando la escuché en su día, y, con el paso de los años y la llegada de las complicaciones sigue siendo igual de válida.
Así que… 🙂